lunes, junio 25




Se me fue uno de mis gatitos. El siamés, bizco, leoncito o como quieras llamarlo.

Llegó a mí, hace tres años con media oreja comida por la gangrena, un cuello lleno de heridas y con muchas ganas de vivir. Lo curamos, le dimos comida y durante tres años hemos estado viniendo a verlo. Él siempre estaba ahí, nunca se perdió y lo único que hacía era cazar ratitas que nos traía. Le encantaba comer y siempre lo hacía de forma lenta pero continua. En invierno le cubría una gran melena de forma que parecía una verdadera mini panterita de las nieves. Era brusco y le gustaba que lo acariciara fuerte y jugando. Cuando ronroneaba era la mejor sensación que podía sentir. Y sus zarpitas eran las más bonitas del mundo.

Ayer lo atropellaron y mis padres lo encontraron muerto. Al despertarme me enteré de la noticia y no lo podía creer. De hecho aún creo que va a aparecer por la ventana, como la última vez que lo ví. Nunca volveré a acariciarlo y su hermano lo echa de menos. Lo veo triste, todo el día durmiendo y sin ganas de hacer nada. Todas las mañanas ellos dos jugaban y luchaban, eran como un mismo gato, y ahora uno de ellos se ha marchado para siempre.

Sigo pensando que lo mejor que he hecho en mi vida fue adoptar a esos tres gatitos indefensos que algún hijo de puta abandonó a las puertas de mi casa. Los eduqué y se convirtieron en los mejores gatitos del mundo. Sólo espero que su muerte fuese rápida y sin dolor, porque mi bizqui no puede haberse ido de este mierda de mundo sufriendo.

Siempre te querré y en mi corazón estarás. Para el mejor gato del mundo.

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