miércoles, julio 27


Me echo tanto de menos, que de sólo recordarme se me inundan las pestañas.

Mi poesía, mi rebeldía, mis conceptos sin fundamento, mi inocencia y mis ganas de luchar.

De todo eso sólo queda la parte institucionalizada... Soy veterinaria y ¿qué? Este primer año ha sido el de las decepciones.

Crecí siendo un cáncer para la persona más importante de mi vida, y ahora ya estamos en fase IV. Seguramente su vida habría sido más feliz y completa si la hubiese elegido a ella, en vez de a mí.

Mi familia: no la soporto desde mi "nueva" perspectiva.
Mis amigos: no tengo.
Mi novio: cada día descubre nuevas características mías que odia (y con razón la mayoría de ellas).
Mi trabajo: no tengo, ni sé lo que busco.
Mis estudios: hago el 50% de lo que debería hacer.
Mis animales: nunca me fallan, yo a ellos diariamente.
Mi nivel cultural: cada día más pobre.
Mi memoria: en detrimento.
Mis viajes: he cogido miedo a volar.
Mis experimentos culinarios: cada vez menos frecuentes.


Oh sí, hoy estoy positiva. Pero es que si lo analizamos, mi vida general, va decreciendo. Y no en el buen sentido de las teorías de decrecimiento.

Me dirán que he madurado, que esa adolescente murió de éxito. Pero son sucias mentiras: sigo igual, psicológicamente igual de inestable, sólo que alienada. No echaré la culpa a la sociedad, porque en este asunto sólo hay un culpable: tú mismo.

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